Columna publicada en Ciper Chile
Las encuestas de opinión parecen inclinarse a una mayoría (quizás menor a la esperada) a favor de una nueva constitución. Por eso mismo se vuelve clave conversar sobre el mecanismo que se utilizará para su confección. La Convención Constitucional (CC) y la Convención Mixta Constitucional (CMC) son las opciones que estarán en la papeleta en abril, y si bien hemos discutido bastante sobre la CC en el marco de qué es una Asamblea Constituyente, le hemos prestado poca atención a la alternativa.
Para algunos, principalmente en la derecha, la CMC es la opción preferida, pues al estar compuesta por una mitad de parlamentarios actualmente en ejercicio, reduciría el riesgo y la incertidumbre sobre su resultado. Es decir, ven a la CMC como la opción más conservadora. Creo que esa es una conclusión errada y que la CMC es, a todas luces, la opción más riesgosa en el actual contexto.
Primero, partamos por lo obvio, la Convención Mixta no es paritaria. Es cierto que el nombre se presta a confusiones, pero el carácter de mixta tiene que ver con que la mitad de sus miembros (86) serán parlamentarios nominados por ellos mismos, mientras la otra mitad será electa& por la ciudadanía. Hasta ahora, todos los debates de paridad se han centrado en que el resultado de la elección la asegure, pero nada sobre cómo el Congreso va a elegir a los miembros de una eventual CMC. Para que hubiera verdadera paridad en la Mixta, tendrían que irse 43 de las actuales 45 parlamentarias, dejando al Congreso en un completo vacío en términos de representación de género. Es probable que eso no ocurra y, por tanto, la CMC no será paritaria. Cuando más del 90% de la población declara que la paridad es importante, la conclusión es que esta alternativa no satisface esa preferencia.
Segundo, la Convención Mixta paralizará al Congreso. Para que la CMC funcione, requiere 86 parlamentarios en ejercicio, lo que implica que el 43% de los parlamentarios estarán suspendidos de sus funciones. Eso puede tener consecuencias en la tramitación de proyectos, la representación territorial, la fiscalización que se hace al Ejecutivo, nombramientos, entre tantas otras tareas clave que realiza el Congreso. Además, si hay temores de que la Convención se tome atribuciones que no tiene, la Mixta le va a entregar muchísimo más poder al enfrentarse a un Congreso debilitado y semi vacío. Eso es, por lejos, una de sus consecuencias más riesgosas.
Tercero, la Mixta no establece inhabilidades para los parlamentarios. Si bien la norma constitucional establece que quienes integren la CC no podrán ser candidatos mientras sean parte de la convención ni hasta un año después, esa inhabilidad no existe en la Mixta. Es decir, un parlamentario en ejercicio va a poder, al mismo tiempo, participar de la Convención y usarlo para una eventual campaña a la reelección en su distrito para ese año. Aún más, los parlamentarios que vayan a la Mixta seguirán recibiendo su sueldo y asignaciones como si hicieran su trabajo normal, generando una clara desigualdad con los miembros que serán electos en las urnas. La CMC perpetuaría, entonces, desigualdades de poder y de recursos, además de prestarse para su utilización electoral.
Finalmente, la Mixta repone el binominal. El sistema electoral diseñado por la Comisión Técnica establece que habrá 8 distritos de los 28 existentes donde se elegirán 2 personas para la CMC, usando el mismo mecanismo que se usó para el binominal. El resultado de este proceso es una limitación clara a la participación de independientes y va a entregarle, nuevamente, más poder a los partidos políticos y las coaliciones históricas. En momentos en que la representatividad del sistema político está cuestionada, la CMC limita las opciones a que entren nuevos actores (incluso de los mismos partidos) al proceso de construcción de una constitución.
Uno de los principales problemas del plebiscito de entrada, como advertía hace unos meses, es cuando las consecuencias de un resultado no están expresamente previstas. Ese fue el principal drama del Brexit, en el que nadie sabía qué ocurriría si ganaba la opción de salirse de la Unión Europea y es, guardando las proporciones, lo que puede ocurrir si es que gana la Convención Mixta. Es el resultado para el que nadie está preparado y sobre el cuál hemos conversado menos. Es más, el riesgo que impone un sistema que va en contra de las expectativas ciudadanas en temas clave como la paridad y la participación de independientes puede llevar al fracaso de todo el proceso.
Nuestro sistema político ha entregado una sola solución a la crisis social: la vía constituyente. Si ese proceso no es capaz de canalizar el descontento, entonces el riesgo y la incertidumbre de los próximos años se puede extender de forma indefinida. En el fondo, el proceso es tanto o más importante que el resultado.